Por: Simón Sedillo
El neoliberalismo es un sistema de economía política. Un sistema de economía política se refiere a un sistema de gobierno y a un sistema económico que trabajan juntos. En pocas palabras, las economías políticas son sistemas de poder y dinero. El neoliberalismo es un sistema de poder y dinero.
El neoliberalismo es un sistema de poder y dinero que prioriza los intereses de corporaciones transnacionales y de instituciones financieras. No sólo prioriza estos intereses, sino que los refuerza con una variedad muy específica de estrategias políticas, económicas y militares. Por lo tanto, una definición más completa aclararía que el neoliberalismo es un sistema de economía política militar, que prioriza y refuerza los intereses de corporaciones transnacionales y de instituciones financieras. De hecho, se ha convertido en el sistema más agresivo de economía política militar que prevalece hoy en el mundo.
El neoliberalismo también es una forma bonita de decir imperialismo capitalista. El capitalismo es un sistema económico (financiero) para hacer dinero. El imperialismo es un sistema político para obtener poder. Mientras que el capitalismo es un sistema para hacer dinero de cualquier modo que sea necesario, el imperialismo implica tomar la tierra, el trabajo y otros recursos a la fuerza para obtener poder. Entonces, cuando decimos imperialismo capitalista, lo que en realidad estamos diciendo es: “Tomar la tierra, el trabajo y otros recursos a la fuerza para obtener dinero y poder”. Por eso el neoliberalismo es una economía política militar. La estrategia fundamental de toma de tierras, trabajos y otros recursos a la fuerza por dinero y poder es el militarismo.
El neoliberalismo como lo conocemos hoy nació el 11 de septiembre de 1973 en la nación sudamericana de Chile. El gobierno socialista de Salvador Allende, elegido democráticamente, fue derrocado por un golpe militar apoyado por el gobierno de Estados Unidos con involucramiento directo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y al menos dos grandes corporaciones transnacionales con base en EEUU: Teléfonos y Telégrafos Internacionales (ITT, por sus siglas en inglés) y la Corporación Minera Anaconda.
Inmediatamente después de que Salvador Allende fuera asesinado, su administración fue reemplazada por una dictadura militar dirigida por el general Augusto Pinochet. Pinochet ha sido reconocido en la historia como un tirano absoluto, cuyos disidentes eran aventados vivos desde helicópteros. Sus opositores fueron detenidos en campos de concentración, asesinados y torturados incansablemente por militares, cuyos comandantes habían sido entrenados en la institución militar estadounidense Escuela de Las Américas (SOA, por sus siglas en inglés).
La Escuela de Las Américas es una escuela de entrenamiento que originalmente se localizaba en la nación centroamericana de Panamá y luego se mudó a Columbus, Georgia, EEUU, en Fort Benning. Hoy, la escuela ha cambiado su nombre a Instituto del Hemisferio Oeste para la Cooperación en Seguridad, pero en Latinoamérica, y especialmente en Chile, se le conoce como la Escuela de los Asesinos.
La SOA es conocida por entrenar oficiales militares en estrategias de contrainsurgencia militar, que incluye el uso de violencia, tortura, coerción, manipulación política y de los medios de comunicación, así como la imposición de muchos dictadores militares. Si quieres conocer más sobre SOA consulta soaw.org, la página web del Observatorio de la SOA (SOA Watch) donde esta organización ha expuesto muchos de los secretos más profundos de la SOA.
En 1973, cuando Pinochet tomó el poder por la fuerza con apoyo de los oficiales militares entrenados en SOA, un grupo de economistas chilenos, quienes recibieron su educación universitaria en la Escuela de Economía de Chicago, regresaron simultáneamente a Chile con un modelo político y económico para el gobierno militar de Chile. El libro con el que venían se titulaba “El ladrillo: Cimientos de una Economía Política del Gobierno Militar Chileno”. Este modelo imponía los intereses de corporaciones transnacionales y de instituciones financieras por encima de los derechos humanos y civiles más básicos del pueblo chileno. La economía política militar neoliberal había nacido.
Desde la era de dictaduras militares en América central y del sur, conocida como “guerra sucia”, el neoliberalismo consistentemente ha intentado dar la ilusión del progreso rumbo a la responsabilidad social y la “democracia”, mientras, de facto, se ha consolidado intencionalmente en sentido opuesto. Chile ha sido promovido como un modelo de cómo el neoliberalismo es un gran éxito para la democracia, la cual nunca ha sido real para la población chilena ni para el resto de Latinoamérica.
Lo que los neoliberales quieren que creamos es que finalmente han encontrado una forma democrática y socialmente responsable de participar en el imperialismo capitalista. Esta es la mentira fundamental del neoliberalismo. Es imposible tomar a la fuerza la tierra, el trabajo y los recursos de la gente para obtener poder y dinero, de forma democrática y socialmente responsable. La propaganda y la manipulación de los medios de comunicación que defienden esta economía política militar son elementos tan fundamentales del neoliberalismo como los escuadrones de la muerte paramilitares.
Lo que de hecho hace el neoliberalismo es mercantilizar la vida en sí misma. El valor de las vidas humanas y de todas las cosas vivas en esta tierra es cuantificada. Lo que se pone en la escala es el valor de la vida sobre el valor de los recursos naturales. En un extremo del espectro tenemos a todas las cosas vivas en esta tierra, incluidos nosotros mismos y la tierra misma, y en el otro extremo tenemos el valor económico de los recursos naturales y el deseo de extraerlos. La actual crisis climática descansa principalmente en los hombros del extractivismo neoliberal que crea políticas sin consideración alguna del medio ambiente.
El neoliberalismo, como el imperialismo capitalista, siempre ha reducido la vida como la conocemos a variables desechables en una ecuación económica. Todas las formas de vida en la tierra se consideran variables desechables en una ecuación cuyo único propósito es ganar riqueza y poder mediante el control de territorios, la extracción de recursos naturales y la explotación del trabajo. El neoliberalismo en esencia es un sistema global oligárquico: un grupo pequeño de personas que ha tomado absoluto control de la tierra, su gente y sus recursos.
Ecosistemas y sectores de la sociedad enteros se consideran desechables en esta economía política militar. Trabajadores, estudiantes, maestros, granjeros, campesinos, gente negra, otras personas de color, musulmanes, mujeres, jóvenes, gente pobre, personas indígenas y particularmente mujeres indígenas se consideran desechables y desplazables en esta ecuación económica.
Si uno o varios de estos sectores comenzara a organizarse exitosamente para la auto-determinación, autodefensa y autonomía comunitaria desde la base, ya no serian simplemente variables desechables, sino que se convertirían en un blanco estratégico militar por constituirse como la mayor amenaza de la economía política militar del neoliberalismo.
Lo que hemos aprendido tras décadas de sobrevivencia al neoliberalismo es que, contrario a la narrativa dominante de los medios, la mayor amenaza a esta economía política militar no ha sido el comunismo, el terrorismo, el narcotráfico o, como le llaman, “crimen organizado”, sino la organización comunitaria de base para la autodeterminación, la autodefensa y la autonomía. Esto es particularmente evidente cuando se trata de una comunidad defendiendo un territorio específico que constituye un interés económico para gobiernos, instituciones financieras y corporaciones transnacionales. La gran mayoría de territorios que se están defendiendo, están siendo defendidos por personas indígenas a lo largo del planeta.
El levantamiento popular que estamos viendo en Chile hoy en 2019 está sucediendo porque el neoliberalismo siempre se ha conformado de dictaduras militares pretendiendo ser democracias. Esto no sólo es verdad para Chile y Latinoamérica, sino para todo el mundo. Las raíces del neoliberalismo son las dictaduras militares fascistas y aunque el neoliberalismo ha querido dar la ilusión de democracia, siempre se ha consistido en fascismo económico, político y militar. Hoy estamos viendo, indudablemente, un giro mundial hacia el fascismo total, incesante, de extrema derecha, donde los gobiernos autoritarios desean imponer esta economía política militar con incluso mayor fuerza.
Las industrias, las instituciones y los gobiernos que se benefician en mayor medida de la economía política militar son las industrias más lucrativas, las instituciones financieras que las respaldan y los gobiernos de los países más ricos del mundo. Esto incluye, pero no se limita a: mineras, farmacéuticas, armas, bienes raíces, prisiónes, maquiladoras, alimentos y agricultura, las industrias mediáticas dominantes, y por supuesto, los bancos.
Además de las industrias, instituciones y los gobiernos que se benefician en mayor medida del neoliberalismo, los ciudadanos de los países más ricos del mundo también se benefician bastante. Disfrutan de cierta paz, tranquilidad y comodidad que el resto del mundo ciertamente no tiene. No experimentan la constante fuerza bruta que las comunidades militarizadas viven de sol a sol. Cuentan con servicios básicos como agua potable, agua corriente y caliente, aire acondicionado y calefacción, electricidad, medicamentos, educación y refugio.
En los países más poderosos del mundo, el gobierno provee productos y mercancías a sus ciudadanos, quienes tienen poca o ninguna consciencia de su origen: relojes, teléfonos, computadoras, tabletas, videojuegos, automóviles, aviones, gasolina, zapatos, ropa, joyas, chocolates, etc.
Hay una larga lista de minerales que deben ser extraídos para producir y mantener la tecnología comunicacional de vanguardia. ¿Dónde están estas minas? ¿La comunidad de quiénes está siendo afectada? ¿Quién realiza la minería actual? ¿Los trabajadores reciben un salario justo? ¿Hay consecuencias en su salud?
En términos de moda no es secreto que la industria del algodón explota la tierra y el trabajo alrededor del mundo. ¿Qué tal los trabajadores laborando para hacer tus pantalones de mezclilla nuevos? ¿Les pagan un salario justo o fueron explotados para proveerte un par más barato? Tal vez digas “espera… mis jeans nos son baratos y trabajé duro para comprar los”. ¿Qué tal si te dijera que la mayoría de trabajadores de maquiladoras de mezclilla en todo el mundo tienen que trabajar dos meses enteros para poder pagar un par de esos pantalones?
¿Y qué tal todo ese bling? ¿De dónde viene el oro, la plata, los diamantes y el platino? ¿Hay niños trabajando en las minas? ¿Qué efectos tiene su extracción en el medio ambiente natural? ¿Quién dejó su sangre, sudor y lágrimas para elaborar esa pulsera de diamantes o esos aretes con diamantes que compraste en rebaja en el centro comercial?
Y aún así, con todos esos productos y mercancía, la mayoría de los ciudadanos de países ricos no se están beneficiando de los miles de millones en ganancias de estas ventas. De hecho, parece que la mayoría de ciudadanos sólo vive ciegamente en la prisión de su propia comodidad. Rodeado de la ilusión de elecciones infinitas, como “¿cuál es el gel de cabello que mejor me queda?”, a estos ciudadanos privilegiados los mantienen complacidos. Y esto sucede mientras las corporaciones transnacionales, las instituciones financieras y los políticos se embolsan las ganancias de la destructiva extracción de recursos naturales y de la explotación del trabajo que conlleva la manufactura de todos estos productos.
Todas estas comodidades se dan por sentado a pesar de que siempre vienen sobre las espaldas, el sudor y la sangre de otros. El neoliberalismo ha logrado persistir, primero, por proveer paz, tranquilidad y comodidad a un grupo selecto de ciudadanos privilegiados en las naciones más poderosas del mundo. Esto no quiere decir, por ejemplo, que todos los ciudadanos estadounidenses tienen los mismos privilegios y comodidades, sino que suficientes ciudadanos con agencia política en estos países gozan de beneficios del neoliberalismo, que lo han mantenido sano y salvo todo este tiempo.
El resto de la población, en especial la gente pobre de estos países poderosos y los ciudadanos promedio alrededor del mundo, ya no creen esa mentira de que el neoliberalismo tiene que ver con paz, prosperidad y democracia. Clara e irrefutablemente pueden ver que el neoliberalismo es un sistema violento y corrupto de gobierno, negocios y finanzas que en realidad sólo beneficia a un grupo selecto mientras subyuga y oprime sistemáticamente al resto del mundo.
Hay muchas cuestiones que deberías responder sobre el neoliberalismo: ¿En qué parte del espectro me ubico? ¿Soy parte del grupo selecto que realmente se beneficia del neoliberalismo? ¿Soy uno de esos ciudadanos de un país que me ha complacido con las comodidades proveídas por el neoliberalismo? ¿Soy una de esas variables desechables en la ecuación económica del neoliberalismo? ¿Soy una amenaza para el neoliberalismo? ¿Me importa que pueda beneficiarme, aunque sea un poquito del neoliberalismo, mientras otros sufren sus atrocidades? ¿Mi paz, tranquilidad y comodidad se construye sobre las espaldas, el sudor y la sangre de otros mediante el neoliberalismo? ¿Quiero cambiar esto? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para cambiarlo?
Simón Sedillo enseña geopolítica y economía política y también coordina un programa de estudios en el extranjero en Oaxaca, México, para estudiantes nativos de los Estados Unidos. Ha enseñado geopolítica y economía política en los Estados Unidos y México durante los últimos 15 años. Simón tiene un creciente archivo de talleres, conferencias, artículos y documentales sobre los efectos y la resistencia comunitaria al neoliberalismo, el militarismo y la supremacía blanca.